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La Escritora novela breve

Estuve ahí

 

A la orden de su voz, me convierto en otra mujer. No recuerdo haber sentido antes tan suave este sofá.
En el reloj digital los números: quince, cero, cero. y justo para el tres, olvido por un momento a Helen.
Inhalo en negro, exhalo a Relish. de Gales, fue mi apellido al nacer; fanfarrias para el fracaso de un
legado de abundancia que migró a la escasez. Y con la promesa del sueño americano, Watson en la viudez.

Tuve suerte que un hombre quisiera casarse conmigo, no tengo aptitudes ni talentos, solo sirvo para cocinar. Los que me aman me dicen Becca, mi nombre, el único sonido que se necesitaba escuchar en esta casa; (dos veces) Re-becca retumbaban
aplastantes y contundentes en cada esquina… y los gritos también.
Parecen manchas, pero en realidad son pecas; sus dientes tan chuecos como los míos… ambos de
enfoque conservador y yo de sentimiento oprimido. Ahora la conocemos por tuberculosis; él se fue con ella, pronto olvidaré su rostro.

Solo las notas de la octava de caoba española
calman mi dolor; al rasgar sus cuerdas, libertad al suspiro de mi alma en este calabozo olvidado. Desde el multiverso resuena el concierto de Araniuez. la pérdida de lo que nunca fue. Ni con mi juventud pude sostener un embarazo… hasta mi cuerpo rechaza la vida.
Hoy es mi siempre. Aquelarre con al soledad y al rutina; la impostora y el destino. Hechizo de auto control.

Por encima de este pasado, mi verdadera voz se asoma: regreso a Helen.

Posible llegar con coordenadas; probable salir drenado.El polvo se alzaba al galope. Las montañas rocosas bordeaban la zona cual muralla fronteriza.Patriotas atrapados en la escasez de un pueblo sin nombre; punto insignificante en el gran territorio de Colorado. Catorce carretas, 30 caballos; de dos pisos las estructuras, de ladrillo las chimeneas. El banco vacío y el sarcasmo de al florería atendida por un corazón, que latía acero grados en el frío noviembre.

La economía empezaba a verse afectada. Tensión y conflicto lo mismo que decir: americano y apache. Tinta desperdiciada en nombre de la paz, sobre un papel sin palabra. La comisaria del sheriff, en espera de un aviso. En clave morse: invasión, en
inglés: “honor”. El revolver listo a la acción y en la mesa el mapa con los dados tirados.
En blanco y negro hasta los talones entró Becca, un intercambio familiar: comida por dinero. Ante la espera, la curiosidad de Becca capturó unafotografía: flequillos de cuero y piel de antílope, tejidos monocromáticos con rayas y triángulos de colores que desafiaban el límite de lo racional y una celosía plumosa de lo que fue el espíritu apache ante una lucha final. Becca tomó lo ajeno: circunferencia preciosa de perlas y obsidianas…más tarde un mensaje.

El llamado desde la montaña. El impulso de soltar y aventurase a una tierra salvaje. Empacó la resiliencia, la valentía y la intuición. La supervivencia le heredó la tolerancia al dolor y con el insomnio predijo el fervor de vivir.
Los tonos del sol al amanecer en sintonía con sus cabellos ondulados. El galope en sincronía con el pulso emocionado de su corazón. Y desde el cielo reverberaron el coro y las notas soprano del éxtasis italiano de Ennio.

En la verde pradera cabalgata veloz, ululó el aire en el cuenco de su oído. La brújula su intuición, en línea recta las montañas a Mahoma. El miedo, en la imaginación.Entró de puntillas ala sagrada montaña, donde el sol recula su juicio ante las puntas afiladas de los pinos. Fortaleza protegida por espíritus con aullido de lobo y poderío de oso. Becca tomó un descanso cerca del río. Tregua entre respiración y exhalación, como pisada por pisada al andar de una manada que se acercó a su posición. De reposo a observador intrusivo detrás de un matorral, rápido conteo al jardín silvestre: una docena de jóvenes apaches con piel de chocolate y cabellos en negro absoluto; con faldas de flequillos y abrigos de bisonte; en una de ellas un brillo distinto: Ayasha, líder y mujer sabia.

Lanzas con punta de obsidiana atravesaban salmones saltarines; paneo al presagio del peligro con garras e instinto depredador. De las doce, la respiración se pausó; una de ellas cerca de la acción y puesta en bandeja para el deleite del cazador. Becca salió del anonimato y con sonoro impacto del revolver, al aire una bala dedicó. Unico idioma entre salvajes e ilustres: respeto a la vida sin distinción de género, raza y color.
Par de dardos oculares se clavaron hacia el centro de la diana, con paso firme Ayasha se acercó a Becca, y notó el abrazo del volcán y nácar alrededor de su cuello; su amado esposo Nashua, ahora sobre piel blanca. Sin defensa, ni replica, revolver enfundado.

Reconocimiento sin tiempo en la implosión, apache masculino en el blanco de su recuerdo. En la mirada
de las dos, magia cuántica. Millones en el pulsar del universo, solo el latir de un corazón.
Par de reinas, en la jugada de una ruta de evacuación. Ayasha, tampoco fue madre, pero el resguardo del grupo femenino que convocó, la inspiró a otorgarle a las elegidas un nuevo punto de reunión. Mate al dominio opresor, del miedo disfrazado de macho. Solo un mes para la presentación. No corro al futuro, no grito al mañana, no empujo al porvenir. Tolerancia a la incertidumbre y fe inamovible, los trofeos del campeón.

Becca, caudillo autoproclamado que protegería el escondite y resguardaría los víveres durante las noches, a cambio un hogar temporal.Los siguientes días, últimas lecciones: Caza de conejos, curtido de pieles, pulido de flecha; tiro y arco con agudeza; armado de hachas, actividades prohibidas para las mujeres. Tan femeninas como salvajes, valientes y audaces: lobos domesticados para el servicio. Becca observó cada acción y almacenó los conocimientos. Portal entrelazado al final de la jornada, nutrió el cuerpo de sus invitadas, “mesa servida” otro nivel de educación, entrelazamiento cubano del cuidador de un mundo mejor, que susurró la información.

Finales de noviembre, dikohe femenil: toga y birrete. La caza de antílopes concluyó. Y todos los conocimientos que la misma Ayasha recibió de su padre: “jefe hacha roja” hombre de valor, con la visión de igualdad de oportunidades para todos,
legado para la evolución. El camino trazado de memoria hacia la tribu. Entonces, estruendo apabullante en la montaña;
arrojo instintivo, Ayasha galopó hacia el peligro.

Al llegar a la zona soldado caído; embate reseco y agrietado de un pino rendido a al batalla del destino.

Becca observó desde el opuesto, con al mirada precisa para el rescate innecesario. Compartieron el
camino y la cena. Y en la mudez de los ojos azules de Becca, Nashua emergió.
Esa noche, duelo sin armas. La pipa de la paz, mentor de unión.
De al fogata en dorado destellos de pasión. En sepia la piel.Las cenizas como pétalos volando alrededor y en la mente la muerte del ego; el calor de dos cuerpos destruyendo al gélido inquisidor. Ningún espectador, espacio privado para al seducción. Besos en máxima resolución. Instante perfecto, balance divino. Melodía dicotómica entonada con pasión, guitarra vaquera y tambor apache en armonía con Dios.

La alquimia perfecta, química contradictoria neutralizada por el amor. De blanco la bandera y bendita meditación que al todo trasmutó.

Por la mañana, Becca dio la bienvenida al nuevo día, en lo atrevido de una cima terracota montañosa.
El alba trajo consigo humeantes señales de mal augurio. A lo lejos, una horda irracional dispuesta a matar cheyenes.

En el tablero bicolor, tribu sin peones ni caballos debido a la cacería matutina. La reina en jaque.
Blancas inician el ataque, negras al escape. Torre en sacrificio: Ayasha decide quedarse. El rey ejército, en su figura endiosada parloteó el musical que anunciaba la muerte de la bestia, Estados Unidos, “el buen Gastón” pone mate Bella mina de oro al rescate!

Asalto a los derechos humanos de tribus cheyenes, crucigrama en blanco resuelto a “muerte”, cada letra en rojo. Gritos rocosos y espíritus sin aliento alcanzan el cielo. Semi perfecto equipo de prisa; el cauce acuífero de la montaña cuesta abajo, en zig zag el trote del escape en cabalgata y el asesinato de los valores de una nación.

Un disparo en el corazón, Ayasha murió.

Tamboreo sin pulso, homicidio a inocentes. Serpentear en la pradera. Doce a una menguando la montaña y el trote acelerado hacia la esperanza. Tres disparos de libertad, un revolver vació e inservible. El futuro rechazó la violencia. Ululeo apache y vaquero de libertad. Bisontes escoltaron al rebaño de mujeres sagradas; Ayasha y Nashua desde el éter volaron con ellas en espíritu, pluma de halcón y águila coronaron la realeza de Becca.

Dios salve a la reina.

Las fuerzas
armadas del amor.

¡Helen, te encuentras en un estado profundo! dijo el Dr. Weiss.

Masacre de Sand Creek, 29 de noviembre de 1864.

Empezaré a contar hacia atrás, de tres a uno Y¡ poco a poco despertarás!

Tres, regresas a la realidad. Dos, despiertas.

Uno, ahora.

 


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